Confieso que entrevisté sin mucha
expectativa, pero la entrevista me hace alzar una ceja… esta chica se ha
preparado en la vida. La pasantía en el parque temático es casi un master; el
Inglés lo habla con una pronunciación casi nativa, y la noto con mucha
disposición.
Pasa un compañero de trabajo y
lanza un silbido cuando ve la foto en el CV; luego veo en la pequeña pantallita
de Skype una remembranza algo más tímida pero con una sonrisa maravillosa, y
ahí empezamos la conversa…
Tiene la ventaja de querer venirse
ya mismo, total que ¡un siete! por fin voy a tener mi chica esforzada y
voluntariosa, que promete querer integrarse culturalmente y confiesa que ama
Chile casi desde antes de nacer.
Luego, paso que casi obvié, pasa a
la a entrevista mi jefe. Pasada una hora, al Igual que yo, él siente que la
chica es voluntariosa, y le da “buena espina”. Todas las preguntas cliché,
tanto mías como de él han quedado profusamente respondidas; igual las preguntas
tricky que contestó con bastante
tino. Hemos usado el perfil del cargo para guiarnos y a todo nos ha contestado
acertadamente.
Luego las referencias… uffff…. Confieso
que en algún momento lo iba a hacer, pero entre las prisas y lo contundente que
han sido las entrevistas a la final lo descartamos… más por cansancio que por
otra cosa. Debemos eficientar los
tiempos y más viendo la lista de To Dos
que se va incrementando con otros temas.
“Eficientar” ¿acaso existe esa palabra en Español? ¿en qué me he
convertido?
Par de semanas con la visa, par de
semanas con el viaje y ¡listo!.. Estará acá el lunes de arriba como un clavel,
9:00 a.m., dispuesta a comerse el mundo; a dar la famosa “milla extra” arremangándose
la camisa para demostrar todos esos conocimientos que me demostró en la
entrevista… ¡y a ayudarme con mi colapsado lanzamiento!
Y entonces ella compra el billete
de avión…
Siempre,
absolutamente siempre, pide referencias