lunes, 9 de noviembre de 2015

La entrevista perfecta

Confieso que entrevisté sin mucha expectativa, pero la entrevista me hace alzar una ceja… esta chica se ha preparado en la vida. La pasantía en el parque temático es casi un master; el Inglés lo habla con una pronunciación casi nativa, y la noto con mucha disposición.

Pasa un compañero de trabajo y lanza un silbido cuando ve la foto en el CV; luego veo en la pequeña pantallita de Skype una remembranza algo más tímida pero con una sonrisa maravillosa, y ahí empezamos la conversa…

Tiene la ventaja de querer venirse ya mismo, total que ¡un siete! por fin voy a tener mi chica esforzada y voluntariosa, que promete querer integrarse culturalmente y confiesa que ama Chile casi desde antes de nacer.

Luego, paso que casi obvié, pasa a la a entrevista mi jefe. Pasada una hora, al Igual que yo, él siente que la chica es voluntariosa, y le da “buena espina”. Todas las preguntas cliché, tanto mías como de él han quedado profusamente respondidas; igual las preguntas tricky que contestó con bastante tino. Hemos usado el perfil del cargo para guiarnos y a todo nos ha contestado acertadamente.

Luego las referencias… uffff…. Confieso que en algún momento lo iba a hacer, pero entre las prisas y lo contundente que han sido las entrevistas a la final lo descartamos… más por cansancio que por otra cosa. Debemos eficientar los tiempos y más viendo la lista de To Dos que se va incrementando con otros temas.

“Eficientar” ¿acaso existe esa palabra en Español? ¿en qué me he convertido?

Par de semanas con la visa, par de semanas con el viaje y ¡listo!.. Estará acá el lunes de arriba como un clavel, 9:00 a.m., dispuesta a comerse el mundo; a dar la famosa “milla extra” arremangándose la camisa para demostrar todos esos conocimientos que me demostró en la entrevista… ¡y a ayudarme con mi colapsado lanzamiento!

Y entonces ella compra el billete de avión…


Siempre, absolutamente siempre, pide referencias



lunes, 2 de noviembre de 2015

No todo lo que brilla es oro

Regreso de viaje… 9 horas… reflexiono sobre las lecciones de segmentación, que felizmente podré implementar en el 2052. 

Trabajo un poco en el avión, duermo, llego a Santiago, duermo más, juego con el bebé… duermo, se hace lunes… voy al trabajo… he acumulado 3 kilos en el viaje... y ni más ni menos que 150 correos entre el avión y la dormidera... Ni uno es spam, ni un chistesito mandado por los amigos... más bien todos son mails de Global o de los clientes, todos entre importantes y urgentes... ¿quién es el masoquista que se inventó esa tonta matriz que tiene casi todo concentrado en sólo dos cuadrantes?

Hablo con mi jefe y resignadísima, arranco de nuevo la búsqueda de un pasante, que en promedio se suele echar 4 semanas. Esta vez hay una chica de Centroamérica, Katia, que me recomiendan más que al Papa.

La reclutadora me dice por teléfono que es un perfil excelente. La oigo demasiado enfática, tan entusiasta que sube dos octavas el tono de la voz. Yo olfateo sobreventa, pero bueh… no tengo muchas más opciones dada la época del año. Enero es fatal en el Cono Sur... toda la ciudad duerme con el sopor del verano... toda menos yo y mi lista de un millón de pendientes. 

Torciendo un poco el gesto le doy vuelta a la página –espiritualmente- pero también al Curriculum que acabo de imprimir...un resumen escuetísimo, tal vez demasiado, de una chica con pose de selfie que es Cum Laude de una universidad  que nunca he oído pero ¡vamos! Cum Laude es Cum Laude acá y en la China, ¿no? 

Sigo escarbando en el CV… Acá en la hoja lo que encuentro es una pasantía chica en un parque temático famoso, Customer Service... esa palabra puede ir desde la jefatura de reclamos hasta la venta de boletos en taquilla, ¿qué será??? Luego un trabajillo como editora de Redes Sociales… OMG... le tengo pánico a los nuevos Community Managers... no mucho más y un formato medio caótico en el documento, que trato de ignorar a sabiendas de su juventud, ¿no?

…NO, fuck, no. Me rasco la cabeza repasando por ambos lados esa hoja… 24 años, casi 25... A esa edad yo ya terminaba mi postgrado y llevaba 2 años trabajando en una transnacional... todo fuese por poderme pagar la rumba -primero- y luego el Corolla -segundo- y luego la independencia -tercero-. Eso que hace el primer sueldo que es más adictivo que la heroína... comprar tu libertad económica.

Me muerdo el labio con remordimiento; porque admito que tal vez la comparación es odiosa y me sesga… en fin, entrevistémosla a ver si mejora la cosa...

Confía en tu instinto, si te dice que no, ¡es no!


La peor pasante del mundo

Estoy en reunión en Miami, muerta de sueño y repasando mentalmente la inmensa lista de pendientes que me esperan al llegar a Santiago. Tamborileo la taza de café con desesperación, mientras oigo la interminable perorata del speaker que trata de enseñarnos a segmentar el mercado. 

Suspiro resignada… antes de siquiera atreverme a segmentar, tengo que resolver problemas más mundanos y urgentes: tener una base de datos robusta de clientes; lograr una buena política comercial, tratar de ordenar un poco el negocio para que no me revienten los auditores…

La verdad es que estoy a años-luz de mis vecinos de Argentina y México… ni decir de Brazil! Que de pe-a-pá son un state of the art; cargados de best practices… con una masa crítica de negocio que les permite hacer de todo.

Pero poco a poco… me repito, y asomo una sonrisa de Mona Lisa pensando que ya llegará mi pasante, y que poco a poco le podré trasladar la parte operativa de mi cargo; responsabilidades que le permitan aprender de a poco la labor de Marketing y Ventas; para luego pasar a proyectos de más nivel… 

Un ganar-ganar perfecto y bien equilibrado, donde el pasante absorbe conocimientos de manera paulatina, en proyectos reales y con responsabilidades reales, y sale cuasi listo para ser un PM junior, a menudo contratado por la misma empresa.

Y en el camino los pobres desdichados como yo, Gerentes de Unidad de Negocio, logramos deshacernos de lo operativo para poder concentrarnos en la estrategia de Marketing –la pelea dura- y en el coach de ventas –la otra pelea… más dura-.

Brrrrrr! Me vibra el celular y lo ojeo disimuladamente entre consejo y consejo sobre segmentación… ¡la cagada!!!! Se me ha caído la pasante que tenía ya lista para llegar en menos de una semana. Con una frase escueta y demasiado cliché se disculpa por “problemas familiares que me impiden viajar” y me desea mucho éxito en mi negocio…

Fuck! ¿éxito en mi negocio? Tengo un lanzamiento encima, y ya me había organizado para pasarle varios reportes y así liberar tiempo para concentrarme en estudiar el producto nuevo. Ahora estoy nuevamente en cero, con mi negocio descuidado, mi familia descuidada y un remordimiento de mierda porque ni siquiera he jugado suficiente con mi bebé.


Nunca des por hecha una contratación...
 hasta tener la persona enfrente

Y aquí comienza la historia

Hacía un año había entrado a trabajar como jefe de área en una unidad interesantísima… pero con un exiguo presupuesto…  una cosita minúscula, que animada por la oportunidad de desarrollar un negocio, arropé como un bebé –otro más aparte del precioso que tenía en casa-.

Gran parte del reto era hacer maromas con unas pocas monedas que me habían asignado, pero honestamente estaba la mar de feliz. Sentía que tenía lo mejor de dos mundos, por un lado el respaldo y todo el corporate de una gran trasnacional suiza, pero por el otro los ene mil grados de libertad que otorga una empresa pequeña donde el ambiente era muy parecido al universitario, yeeeey!

 Luego de un año, ya había logrado estabilizar los números, que pasaron de un rojo cereza a un tímido verde, casi prometedor. En el camino me había tenido que multiplicar en manos; estirar en recursos e incluso me había tocado enfrentar uno de los momentos más desagradables… despedir a una de mis vendedoras… de las dos que tenía…

Pero el resultado fue favorable, la BU empezó a despegar y la otra vendedora, que era súper responsable, empezó a motivarse y a dar extraordinarios resultados. Pronto conseguimos un buen reemplazo, en este caso un señor de mediana edad y con mucha experiencia en la industria; y logramos una dupla extraordinaria de vendedores.

Los tres nos llevábamos muy bien, en un equipo cargado de respeto y armonía; francamente lo pasábamos genial y cada vez devolvíamos más resultados a la empresa.

Me encantaba en particular la diversidad del grupo; Elisa era joven y empeñosa, aunque algo nerviosilla; Peter aportaba mucha sabiduría, y cuando más serio pensábamos que estaba nos lanzaba un chiste malísimo –deliberadamente- y yo me rebuscaba minutos para poder darles más herramientas y presupuesto para poder hacer un magnífico trabajo.

Esa buena vibra estaba dando mucho que hablar en la empresa y de a poco nos fuimos convirtiendo en un equipo muy prometedor. Yo venía de trabajar en la empresa más grande de la industria, en un cargo de mucha responsabilidad, con varios supervisados y personal de apoyo en Marketing y estaba encantada con la idea de llevar esta unidad de negocios, que había acunado casi en modo start-up a algo prodigioso… con más presupuesto y… mi sueño dorado… tener un Product Manager!

Los chicos estaban dando su milla extra… A la par, yo empecé a llenarme cada vez con más pendientes. Había muchas cosas por hacer y mi reto personal era devolverles en incentivos el voto de confianza que me estaban dando. Llegó un momento en que la combinación de buenos resultados… más la profundidad de mis ojeras, logró que me aprobaran un pasante…

¡Vamos! Que no se trataba de un  PM (Product Manager) pero algo es algo; y me sentía confiada por tres razones: primero, yo misma había sido pasante infinidad de veces durante mi carrera; segundo, había tenido infinidad de pasantes, casi todos excelentes; tercero, lo iba a reclutar de una conocida organización internacional de estudiantes, que sigo pensando que es excelente… pero la suerte no nos acompañó y nos trajimos a…