Hacía un año había entrado a
trabajar como jefe de área en una unidad interesantísima… pero con un exiguo
presupuesto… una cosita minúscula, que
animada por la oportunidad de desarrollar un negocio, arropé como un bebé –otro
más aparte del precioso que tenía en casa-.
Gran parte del reto era hacer
maromas con unas pocas monedas que me habían asignado, pero honestamente estaba
la mar de feliz. Sentía que tenía lo
mejor de dos mundos, por un lado el respaldo y todo el corporate de una gran trasnacional suiza, pero por el otro los ene mil grados de libertad que otorga una
empresa pequeña donde el ambiente era muy parecido al universitario, yeeeey!
Luego de un año, ya había logrado estabilizar
los números, que pasaron de un rojo cereza a un tímido verde, casi prometedor.
En el camino me había tenido que multiplicar en manos; estirar en recursos e incluso
me había tocado enfrentar uno de los momentos más desagradables… despedir a una
de mis vendedoras… de las dos que tenía…
Pero el resultado fue favorable, la
BU empezó a despegar y la otra vendedora, que era súper responsable, empezó a
motivarse y a dar extraordinarios resultados. Pronto conseguimos un buen
reemplazo, en este caso un señor de mediana edad y con mucha experiencia en la
industria; y logramos una dupla extraordinaria de vendedores.
Los tres nos llevábamos muy bien,
en un equipo cargado de respeto y armonía; francamente lo pasábamos genial y
cada vez devolvíamos más resultados a la empresa.
Me encantaba en particular la
diversidad del grupo; Elisa era joven y empeñosa, aunque algo nerviosilla;
Peter aportaba mucha sabiduría, y cuando más serio pensábamos que estaba nos
lanzaba un chiste malísimo –deliberadamente- y yo me rebuscaba minutos para
poder darles más herramientas y presupuesto para poder hacer un magnífico
trabajo.
Esa buena vibra estaba dando mucho
que hablar en la empresa y de a poco nos fuimos convirtiendo en un equipo muy
prometedor. Yo venía de trabajar en la empresa más grande de la industria, en
un cargo de mucha responsabilidad, con varios supervisados y personal de apoyo
en Marketing y estaba encantada con la idea de llevar esta unidad de negocios,
que había acunado casi en modo start-up
a algo prodigioso… con más presupuesto y… mi sueño dorado… tener un Product
Manager!
Los chicos estaban dando su milla
extra… A la par, yo empecé a llenarme cada vez con más pendientes. Había muchas
cosas por hacer y mi reto personal era devolverles en incentivos el voto de confianza
que me estaban dando. Llegó un momento en que la combinación de buenos
resultados… más la profundidad de mis ojeras, logró que me aprobaran un pasante…
¡Vamos! Que no se trataba de un PM (Product Manager) pero algo es algo; y me
sentía confiada por tres razones: primero, yo misma había sido pasante
infinidad de veces durante mi carrera; segundo, había tenido infinidad de
pasantes, casi todos excelentes; tercero, lo iba a reclutar de una conocida
organización internacional de estudiantes, que sigo pensando que es excelente…
pero la suerte no nos acompañó y nos trajimos a…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario