lunes, 2 de noviembre de 2015

Y aquí comienza la historia

Hacía un año había entrado a trabajar como jefe de área en una unidad interesantísima… pero con un exiguo presupuesto…  una cosita minúscula, que animada por la oportunidad de desarrollar un negocio, arropé como un bebé –otro más aparte del precioso que tenía en casa-.

Gran parte del reto era hacer maromas con unas pocas monedas que me habían asignado, pero honestamente estaba la mar de feliz. Sentía que tenía lo mejor de dos mundos, por un lado el respaldo y todo el corporate de una gran trasnacional suiza, pero por el otro los ene mil grados de libertad que otorga una empresa pequeña donde el ambiente era muy parecido al universitario, yeeeey!

 Luego de un año, ya había logrado estabilizar los números, que pasaron de un rojo cereza a un tímido verde, casi prometedor. En el camino me había tenido que multiplicar en manos; estirar en recursos e incluso me había tocado enfrentar uno de los momentos más desagradables… despedir a una de mis vendedoras… de las dos que tenía…

Pero el resultado fue favorable, la BU empezó a despegar y la otra vendedora, que era súper responsable, empezó a motivarse y a dar extraordinarios resultados. Pronto conseguimos un buen reemplazo, en este caso un señor de mediana edad y con mucha experiencia en la industria; y logramos una dupla extraordinaria de vendedores.

Los tres nos llevábamos muy bien, en un equipo cargado de respeto y armonía; francamente lo pasábamos genial y cada vez devolvíamos más resultados a la empresa.

Me encantaba en particular la diversidad del grupo; Elisa era joven y empeñosa, aunque algo nerviosilla; Peter aportaba mucha sabiduría, y cuando más serio pensábamos que estaba nos lanzaba un chiste malísimo –deliberadamente- y yo me rebuscaba minutos para poder darles más herramientas y presupuesto para poder hacer un magnífico trabajo.

Esa buena vibra estaba dando mucho que hablar en la empresa y de a poco nos fuimos convirtiendo en un equipo muy prometedor. Yo venía de trabajar en la empresa más grande de la industria, en un cargo de mucha responsabilidad, con varios supervisados y personal de apoyo en Marketing y estaba encantada con la idea de llevar esta unidad de negocios, que había acunado casi en modo start-up a algo prodigioso… con más presupuesto y… mi sueño dorado… tener un Product Manager!

Los chicos estaban dando su milla extra… A la par, yo empecé a llenarme cada vez con más pendientes. Había muchas cosas por hacer y mi reto personal era devolverles en incentivos el voto de confianza que me estaban dando. Llegó un momento en que la combinación de buenos resultados… más la profundidad de mis ojeras, logró que me aprobaran un pasante…

¡Vamos! Que no se trataba de un  PM (Product Manager) pero algo es algo; y me sentía confiada por tres razones: primero, yo misma había sido pasante infinidad de veces durante mi carrera; segundo, había tenido infinidad de pasantes, casi todos excelentes; tercero, lo iba a reclutar de una conocida organización internacional de estudiantes, que sigo pensando que es excelente… pero la suerte no nos acompañó y nos trajimos a… 

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